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Las personas supervivientes somos gente que vemos la vida con colores más fuertes.

“A veces me sorprende estar viva”

Una de las mejores fotografías de portada de la revista LO+POSITIVO puede que sea la del número 3. Publicada en invierno de 1997, aparecen en ella tres mujeres con el VIH que comparten su experiencia bajo el título de “La alegría de vivir”.

Allí estaba, un año después de ser diagnosticada, la barcelonesa Tati, que contaba su evolución, de pasar de tener una carga viral de 2.500.000 copias, a 4.000 y a ser indetectable. En aquel reportaje, LO+POSITIVO la describía como “alta y esbelta como un junco”. A sus 64 años y con tres nietos, lo sigue siendo… y se cuida como nunca, con analíticas cada medio año.

“He vivido 20 años con fármacos, ¡llenarían dos campos de fútbol! Vives con miedo a la muerte, que es lo que más ansiedad causa. Especialmente al ver cómo se mueren tus amistades. A veces me sorprende seguir viva”, cuenta.

“Pero no soy persona de quejarme, sino de superar las situaciones que me han ido llegando. Las personas supervivientes somos gente que vemos la vida con colores más fuertes”.

Eso sí, se cansa con facilidad. “Tenemos una lucha oxidativa con el cuerpo. Pero lo mejor es seguir activa. En mi caso, no podía vivir con la pensión y así lo he hecho.

Hay que luchar con los miedos, en especial los de los otros, que son los más difíciles de gestionar”. En 2001 terminó la carrera de Arquitectura y sigue trabajando, pero por cuenta propia. “El VIH no ha sido un impedimento en mi vida.

Tal vez lo fueron más las adicciones, pero de esto ya hace tiempo”. Ahora quiere seguir envejeciendo para ver crecer a sus nietos. Y quiere seguir luchando para evitar que haya personas que rechacen la medicación porque creen que el VIH no existe. “Esta negación me preocupa. Como el estigma: la sociedad sigue dando la espalda y, además, hay personas con el VIH que se siguen discriminando a ellas mismas”.

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